Los señores Jared y Jerusha Hess (marido y mujer) se dieron a conocer en el 2004 con el estreno de “Napoleon Dynamite” (2004), una pequeña película independiente que entró en el panorama cinematográfico arrasando a su paso y convirtiéndose automáticamente en una de esas películas llamadas de culto. Posteriormente lo intentaron con “Super Nacho” (película que no he visto) que no obtuvo el éxito esperado y en el 2009 volvieron a la carga con la película que paso a comentar, “Gentlemen Broncos”.
Que nadie se equivoque, “Gentlemen Broncos” no es una comedia. Es un ejercicio de buscar una media sonrisa dentro del patetismo de unos personajes. En ningún momento hay chistes ni opción para la carcajada porque es una película sobre la vida, y la vida no es graciosa, aunque tiene sus momentos.
Los maravillosos créditos iniciales nos ponen en situación de lo que vamos a ver. Añejas portadas de libros de ciencia ficción mezcladas con objetos para la confección de ropa. La ficción y la realidad. Lo exótico traído hasta la puerta de nuestra casa. Conseguir lo simple, a partir de un trabajo complejo. Que un chico de pueblo consiga su sueño.
Benjamin Purvis (Michael Angarano) es un joven aspirante a escritor de ciencia ficción que se prepara para asistir a una convención literaria en la que participa su ídolo, el escritor Ronald Chevalier (Jemaine Clement). En la convención hay charlas, talleres y lo más importante, un concurso de relatos, con el premio de publicar la obra ganadora. El problema surge cuando vemos que el exitoso y egocéntrico, Ronald Chevalier, se encuentra en un período de sequía creativa y plagia la obra de nuestro protagonista para escapar de los problemas con su editor.
Por otro lado tenemos a Tabatha (Halley Feiffer) y al extraño Lonnie Donaho (Héctor Jiménez), dos jóvenes del pueblo, que engañan a Purvis para comprarle la idea de su novela y llevarla al cine, de manera bastante económica y casera. Todo se convierte en un gran fracaso, la película es un desastre, y además, Chevalier demanda a los jóvenes por plagio. Una bola de nieve que hace que el joven introvertido y tímido Benjamin Purvis, tenga que tomar las riendas, eso sí, con un poco de ayuda externa.
La película está contada desde el punto de vista del montaje paralelo. Por un lado la realidad de Purvis y por otro la ficción de su novela. Generalmente, cuando se utiliza este tipo de montaje se intenta que una parte complemente a la otra pero en este caso, el aporte no es tan directo. En cambio si consigue apoyar al ritmo del film. Las dos historias avanzan del mismo modo pero cada una en su mundo.
Sam Rockwell es el protagonista de la novela, Bronco, un guerrero futurista al que roban una de sus gónadas para crear un ejercito de clones. Una puesta en escena de serie B, aunque con mucho gusto e ingenio. Se aprecia un cambio en la realización, mucho más simple y torpe pero sin alejarse demasiado de ese aire casposo de la historia real. Otro detalle importante es el cambio que se produce en las secuencias de la novela cuando ésta es contada por Purvis o por Chevalier, uno de los puntos más cómicos de la película. El peludo y barbudo guerrero Bronco, se ve transformado en una especie de Príncipe de Beckelar con mayas y capa rosas. Lo cual encaja perfectamente con la personalidad de cada personaje.
Todos los actores están a la altura de la situación. Sus gestos, sus caras, todo refleja ese patetismo entrañable. Ese perfecto ángel de la guarda, Dusty (Mike White), todo un descubrimiento con sus pintas de heavy-light de los 80 y sus rarezas, como disparar dardos untados en heces con una cerbatana. Todos los personajes parecen salidos de un circo de principiantes, y ahí es donde radica su fuerza, en esa ingenuidad y esa ignorancia adorable.
Punto y aparte merece la madre del protagonista Judith (Jennifer Coolidge), que desde el primer plano hasta el último muestra el amor incondicional hacia su hijo. Un amor puro y real, que no está cubierto por el típico amor de madre luchadora “hollywoodiense” que metralleta en mano puede arrasar un país para ayudar a sus vástagos. Todo eso no es necesario, una madre real lucha en el mundo real y muestra su cariño con los detalles más insignificantes que son los que realmente importan.
Todo el mundo creado por el matrimonio Hess se encuentra en esa línea que separa lo estúpido de la genialidad. “Gentlemen Broncos” es una película que parece una caricatura de la realidad, todo resulta exagerado y muy teatral pero si consigues entrar en ese juego disfrutarás de una de esas pequeñas joyas del cine, una película hecha sin pretensiones de ninguna clase y que lo único que intenta es contar un cuento.
Si te gusta Alexander Payne, Wes Anderson o Judd Apatow (otra de mis debilidades), te gustará.
PD: después de los créditos hay un plano que no tiene ninguna importancia para la película, más bien parece una toma falsa, pero si os gusta Sam Rockwell (como a mi) no os lo perdáis.
Nota: 8.
Gran película no apta para toda la clase de publico
ResponderEliminarTienes razón puede ser una de esas películas que adoras o te parece una mierda.
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