domingo, 13 de febrero de 2011

"Departures", maravillosas despedidas

"Departures" (Okuribito) de Yojiro Takita se alzó con el Oscar a Mejor Película extranjera en el 2009, por delante de la gran favorita "Vals con Bashir". Nadie hubiera apostado por ella, pero gracias a su triunfo mucha gente (incluido yo) hemos tenido la suerte de poder ver una de las películas más emotivas de los últimos años.

Daigo Kobayashi es un joven violonchelista de una orquesta en Tokio que se acaba de disolver. Su mujer y él, deciden volver al pueblo natal de Daigo para iniciar una nueva vida. Allí encuentra trabajo en una funeraria en la que se practica el ritual japonés "nokanshi". Yo no tenía ni idea de que existía este tipo de ritual, pero su hallazgo me parece una de las cosas más bonitas que he visto en mi vida. El "nokanshi" es una ceremonia en la que se limpia el cuerpo, se viste, se maquilla y todo se practica delante de sus seres queridos. Por supuesto, con la más exquisita elegancia japonesa.

Me parece un gran acierto unir el pasado como violonchelista del protagonista y su futuro como funerario. Hay algo simbólico en ambos trabajos. La relación que se establece entre músico y su instrumento me parece algo muy poético y a la vez terrenal, porque el instrumento no deja de ser un objeto. Un músico crea un vínculo muy cercano al instrumento, pasa mucho tiempo con él. Lo toca, lo acaricia, lo conoce perfectamente. Sabe como es su tacto, como huele, conoce sus formas, sus curvas. Y todo ello para obtener el mejor sonido, las mejores melodías. Al tocar, los movimientos son elegantes, con una cadencia y un ritmo. Es un trabajo que se realiza delante de espectadores, hay que mantener una concentración y una profesionalidad. Y todo esto coincide con el trabajo del "nokanshi".

En la primera secuencia vemos todo el ritual, es algo nuevo para nuestros ojos, pero a la vez, pertenece al pasado de una cultura. Esa novedad hace que quedemos prendados por todos los detalles que se nos muestran. Estamos delante de un drama pero el director deja claro desde el principio que dentro del drama siempre hay lugar para la comedia, siempre y cuando los "chistes" estén muy bien medidos y encajados. También advierto que hay secuencias donde el corazón se encoge y los ojos se empañan.

Aunque el tema de la película parezca muy sombrío, la parte funeraria siempre está tratada desde el punto de vista, del principio de una nueva etapa. La muerte no como fin, sino como principio de algo nuevo. He intenta dar alegría y esperanza a los que se quedan.

Algo que me pierde de la película es el por qué de la vergüenza del protagonista en decir cual es su trabajo. No entiendo como un puesto tan importante, con toda esa carga cultural y sentimental puede suponer una vergüenza para nadie. Supongo que será algo que aquí no entendemos por las diferencias culturales y sociales.

Y también hay que comentar la magnifica banda sonora del grandioso Joe Hisaishi. Un fijo para directores de la talla de Hayao Miyazaki y Takeshi Kitano. La música soporta todo el peso emocional de la película, y por supuesto el violonchelo es el instrumento principal. Un genio capaz de llevar los sentimientos más allá, y transmitir lo que sienten los personajes no lo que vemos en las imagenes.



No he podido evitar poner este video. En realidad la composición que está tocando es de la película de Takeshi Kitano "El verano de Kikujiro", y no tiene nada que ver con la película que estamos tratando pero no me he podido resistir. Disfrutarla.

Probablemente me deje muchas cosas en el tintero, pero lo bonito de una película es saber pocas cosas, para que lo que vaya ocurriendo nos sorprenda y emocione.

Nota: 8.

lunes, 7 de febrero de 2011

127 Horas, de Danny Boyle



Después del éxito que le supuso Slumdog Millionaire, Danny Boyle nos sorprende con una historia radicalmente diferente a su anterior trabajo, una historia que se ha visto muy perjudicada por las comparaciones con la reciente Buried (para zanjar el tema diré que me parecen ambas, películas estupendas, pero tan diferentes que sencillamente no pueden compararse) e incluso en mayor medida por el morbillo que despierta su trama, que la gente resume en “ah sí, esa del escalador que se corta un brazo para vivir”.

Sin embargo creo que “127 Horas” ofrece mucho más que eso, una historia ya no solo de supervivencia y lucha, sino de maduración y comprensión de uno mismo.

Para fastidiar un poco a los más morbosos, adelanto que el momento de la amputación propiamente dicho dura escasos minutos, y que, sin ocultar ni esconder nada en ningún momento, Boyle no se recrea en el asunto más de lo necesario. Tampoco es una película para ver alegremente, tiene escenas crudas que se deben ver con la mente muy fría, la amputación final resulta durísima y os puedo asegurar que te duele a ti también solo de verlo, pero necesaria como punto final a la lucha tanto física como mental del protagonista, Aron Ralston.

Esta lucha mental es uno de los temas a mi gusto más interesantes de la película, el ser humano contra sí mismo. Aron Ralston, entra en esa grieta siendo un tipo que hasta cierto punto podemos considerar inmaduro, incluso egocéntrico o egoísta (el mismo en uno de sus delirios se define como “un tipo que se cree un puto super héroe”), pero que saldrá de ese infierno personal siendo alguien diferente, sin duda mucho más “depurado” tras su paso por esa cueva que tanto nos recuerda al descenso a los avernos por el que cualquier héroe debe pasar. Esto, claro está, no será un proceso fácil, el escalador pasará un auténtico infierno de miedo, recuerdos, dolor, pena y odio hacia todo e incluso hacia sí mismo.

Todo llevado por una realización muy interesante de Boyle, que no solo sirve para mantener el ritmo de la narración, sino que en mi opinión consigue perfectamente plasmar todos los procesos mentales del escalador, golpeándote con todo tipo de recursos visuales para que tus pensamientos sean los mismos que los de Aron Ralston, desde la sed que pasa el protagonista hasta sus momentos más existenciales. Todo con la pura imagen y sin más conversación que la que el personaje dedica a si mismo con su cámara de video.

Y por supuesto la interpretación de James Franco, que hace un papel extremadamente difícil y que obtiene a la perfección, porque no es fácil sacar todo lo que vive el personaje a lo largo de su pesadilla sin hacerlo creíble y que nos pongamos en su piel. Franco lo logra y aunque lo más probable es que el Oscar de este año sea para Colin Firth (que también hace un gran papel en El Discurso del Rey), creo que 127 Horas, se merecería este premio a la interpretación tanto como la película ganadora.

Un punto positivo más para la película es su estupenda fotografía, que llena la pantalla de color, paisajes increíblemente bellos, planos extraños y fantásticos… puede parecer extraño para esta historia, pero pienso que le sienta muy bien para lo que quiere contar, enmarcando por cierto a Ralston en un escenario misterioso, aislado de toda civilización y que le llevará también al cambio interno que he mencionado antes.

No me gustaría dejarme en el tintero los interesantes planos del principio y final del film, masas humanas haciendo todo tipo de cosas juntas y al unísono: maratones, oraciones, salidas y entradas del metro en hora punta, carreras de San Fermín… planos que al principio pueden parecer interesantes aunque gratuitos y que tras todo el film el director nos los recuerda para ver otro de los temas que creo que se tocan en la película: la idea del ser humano como ser necesariamente social o del hombre en la naturaleza rondan toda la película por esos planos que creo enlazan muy bien (no parece casual la verdad), con la insistencia del director de mostrarnos hormigas, insecto social por excelencia, alrededor de Ralston durante todo su encierro.

Mucho más se podría decir al respecto, pero creo que lo mejor es que la veáis y disfrutéis por vosotros mismos, aunque eso sí, con los nervios bien templados.