Truman Burbank es un hombre anónimo que lleva una idílica vida en una encantadora localidad costera llamada Seaheaven. Según los cánones del “american way of life” podría decirse que tiene una mujer perfecta, una casa perfecta, un oficio perfecto, un amigo perfecto…todo sería verdaderamente maravilloso si no fuera porque nada de ello es real sino un gigantesco decorado del programa de televisión más visto del mundo “El show de Truman”, que sigue la vida de su protagonista desde el día en que nació hasta, presumiblemente, el día que muera. El único que ignora que absolutamente todo son decorados, atrezzo y actores es el propio Truman, que ve su mundo como real y perfectamente normal.
El director de “Picnic at Hanging Rock” o la más reciente “Master and Commander” se lanzaba allá por finales de la década de los 90 a dirigir esta curiosa historia la cual nos vendieron como el verdadero salto interpretativo de Jim Carrey pero que resultó ser mucho más que eso. Peter Weir nos enseñaba una vez más con “El Show de Truman” su buen hacer a la hora de dirigir películas, de meterse al espectador en el bolsillo y hacerle partícipe de la historia como si estuviera dentro de ella, lo cual en este caso resulta un doble mérito al contarnos una historia dentro de una historia, enredándonos en las dos por igual.
Resulta muy inteligente por parte de Weir el modo en el que va desvelando las realidades que vemos en el film. En los primeros minutos, y gracias a una colocación muy cuidada de de la cámara, angulaciones, grandes angulares… asistimos como un televidente más, o casi como un voyeur omnipresente, a la vida de Truman y su rutina, pero ya notamos que algo chirría en Seaheaven. Con los primeros momentos de duda del protagonista sobre su mundo ya podemos ver la realidad de Truman en toda su amplitud junto con todos los espectadores que día a día siguen sus andanzas. También se nos presenta a Kristof, megalómano creador y realizador del programa e invisible antagonista de Jim Carrey interpretado por un estupendo Ed Harris, que rige los destinos en Seaheaven como un particular dios todopoderoso.
A partir de aquí se nos marca el curioso y macabro juego a dos bandas entre la realidad de Truman y la realidad “real”, metiéndonos con mucho talento el director a nosotros, los espectadores de la película (la realidad “real-real” creo que debería ser) en el saco de los espectadores que necesitan a Truman en sus vidas pero que sin embargo asistirán y animaran al héroe a su lucha por el conocimiento de la verdad que se le está negando. Resulta muy divertido vernos a nosotros mismos nerviosos esperando a que Jim Carrey se salve y de pronto observarnos como en un espejo y bajo la forma de cualquiera de esos televidentes que desde sus bares sofás o incluso bañeras desean exactamente lo mismo. Divertido si, pero nos da bastante que pensar.
Y es que bajo la máscara de comedieta que esta película puede tener, nos invita a reflexionar sobre muchas cosas serias, mucho más allá de la “crítica a los reality shows” que dicen que es este film. No, esta película nos ofrece mucho más. Temas como la relación del hombre actual con el mundo que le rodea, tan aparentemente limpio e inmaculado como Seaheaven por un lado, tan sucio y vil por otro, la pérdida de control del ser humano de su destino, el vacío que siente la gente en sus vidas, la cual les lleva a evadirse de las mismas y proyectar sus sentimientos y energías en algo irreal como el Show de Truman pero que, curiosamente está habitado por el único “personaje real” de la historia… hay más tela que cortar de la que puede parecer en un principio. De hecho y aunque todos estemos más que acostumbrados hoy día al fenómeno “reality”, creo que “El Show de Truman” está actualmente aún más acorde con el mundo que le rodea que el día en que se estrenó, lo cual por cierto es una pena.
Todo además escondido en una película divertidísima y terrible a la par, que nos da una de cal y una de arena constantemente y que no nos deja respirar, haciéndose cada vez más grande y trepidante hasta alcanzar un climax maravilloso con la escena de la despedida de Truman tras hablar con su “creador” Kristof. Escenas e imágenes tan geniales como el barco de Truman chocando contra el cielo pintado del set, el realizador que acaricia el rostro de Truman durmiendo proyectado en una pantalla enorme, la luna que se convierte en un foco para buscar a Truman en la noche, el anuncio del programa a nosotros, los verdaderos televidentes, la escena de Truman en la agencia de viajes o las decenas de chistes que surgen de los fallos del programa como la lluvia que persigue a Jim Carrey por la playa la convierten en una más que interesante película para ver o revisar hoy día.
Y por cierto, Jim Carrey y Ed Harris están los dos tremendos en toda la película.
Mucho más se puede decir, pero mejor que la veáis y disfrutéis por vosotros mismos, así que, “Por si no nos vemos, buenos días, buenas tardes y buenas noches”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario